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5 neuromitos completamente falsos

La Neuropsicología es una disciplina apasionante pero muy compleja, un caldo de cultivo ideal para los mitos, sobre todo cuando se pretenden popularizar sus descubrimientos. Por eso, en los últimos años se han instaurado una serie de mitos que incluso han permeado la educación. Vamos a desvelar cuánto hay de cierto (o falso) en ellos.

1. Solo usamos el 10% de nuestro cerebro
Los orígenes de este mito se pierden en el tiempo, incluso hay quienes lo achacan a Albert Einstein, aunque es más probable que haya surgido a raíz de una investigación que se realizó a finales del siglo XIX en la que se concluía que solo un 10% de las neuronas se «encienden» en un momento determinado. De cualquier manera, es probable que esta idea haya surgido y cobrado fuerza porque nos agrada pensar que aún tenemos potencialidades increíbles, ocultas en ese 90% del cerebro que aún no hemos utilizado.
Sin embargo, lo cierto es que ninguna de las pruebas neurológicas desarrolladas hasta el momento ha indicado que usamos solo el 10% de nuestro cerebro. En ninguna de estas pruebas se han apreciado zonas completamente apagadas sino todo lo contrario. Además, en el caso particular de las neuronas, estas funcionan integrándose en redes mayores que, de una forma u otra, están interconectadas. Por tanto, lo más probable es que usemos el 90% de nuestro cerebro y nos quede un 10% restante por descubrir o desarrollar.
2. Hay personas en las que predomina el hemisferio derecho y en otras el izquierdo

Se trata de un mito muy extendido en el ámbito de la educación. De hecho, incluso se habla de dos estilos de aprendizaje bien diferenciados en dependencia del cerebro dominante. Según esta teoría, las personas que utilizan más el hemisferio derecho serían más creativas, mientras que aquellas en las que predomina el hemisferio izquierdo serían más lógicas y analíticas.
Sin embargo, un estudio realizado en la Universidad de Utah analizó a más de 1.000 personas y no halló rastros de esta diferenciación. A los participantes se les pidió que intentasen dejar la mente en blanco durante 5-10 minutos, mientras escaneaban sus cerebros. En teoría, si uno de los dos hemisferios era dominante, debía mostrar una actividad mayor. Los neurocientíficos no notaron ninguna activación especial.
3. Menos glucosa equivale a menos capacidad atencional
Se conoce que el principal carburante de nuestro cerebro es la glucosa, razón por la cual, durante muchos años se han relacionado los niveles de glucosa con la atención. De hecho, incluso hay quienes afirman que existe una correlación entre el consumo de azúcar y el TDAH.
Sin embargo, los experimentos más recientes indican que la glucosa influye sobre nuestro comportamiento pero no incide sobre nuestra capacidad para concentrarnos sino que nos hace tomar decisiones de manera más rápida, decantándonos por aquellas soluciones que reporten una gratificación inmediata. En práctica, los bajos niveles de glucosa no afectan nuestra atención sino nuestra capacidad de razonamiento a largo plazo, sobre todo cuando necesitamos medir las consecuencias de nuestros actos.
4. El daño cerebral es permanente
Hace tan solo unos años los neurólogos pensaban que las neuronas mueren y no se regeneran. Sin embargo, ahora se conoce que existe la neurogénesis; es decir, nuevas neuronas pueden ocupar el puesto de aquellas que han muerto, aunque se trata de un proceso muy lento, mucho más que la regeneración del resto de las células de nuestro organismo.
Aún así, el cerebro es nuestro órgano más flexible y goza de una gran plasticidad. El hecho de que exista un daño cerebral no implica que sus secuelas sean permanentes. De hecho, determinadas áreas del cerebro pueden llegar a asumir las funciones de aquellas que se han dañado, sobre todo cuando el daño ha ocurrido en etapas tempranas de la vida. No podemos olvidar que hay personas que llevan una vida normal y cuentan tan solo con la mitad del cerebro (cuando el daño se produce en los primeros años, el hemisferio que queda asume muchas de las funciones del hemisferio dañado).
5. Existe un periodo crítico para el aprendizaje, fuera del cual, el cerebro no se desarrolla
Durante muchos años se ha pensado que existen periodos críticos para el aprendizaje, sobre todo los tres primeros años de la vida. Por consiguiente, si el niño no recibe la estimulación adecuada, después no podrá desarrollar determinadas habilidades. Sin embargo, esta teoría proviene de un estudio realizado en ratas, en el cual se apreció que cuando estas crecían en una jaula rica en estímulos, desarrollaban un 25% más de sinapsis.
No obstante, ahora los neurocientíficos afirman que, aunque existen periodos críticos para la adquisición de algunas funciones, como la visión y la audición, la mayoría de nuestras habilidades se pueden desarrollar a lo largo de la vida y no están limitadas a un periodo concreto. Por eso, en vez de hablar de periodos críticos muchos prefieren hacer referencia a periodos sensibles, una ventana de desarrollo más amplia que comprende el concepto de aprendizaje a lo largo de toda la vida.
 Fuente: http://www.rinconpsicologia.com