El otoño no espera a nadie, y ya podemos ver en el levante de nuestro país cómo las lluvias torrenciales comienzan a aparecer en escena, yendo desde la incomodidad del líquido elemento, hasta la gravedad de los corrimientos de tierras, inundaciones y desperfectos varios en los bienes materiales. Las lluvias inesperadas son malas compañeras, y a veces no somos capaces de reaccionar todo lo bien que deberíamos ante el líquido elemento.
Ya sabemos de sobra que la lluvia es un factor de riesgo en la conducción, y que el temible aquaplaning puede hacer acto de presencia a poco que nos despistemos, o que pequemos de exceso de confianza en la carretera, porque el aquaplaning se produce, simple y llanamente, cuando mantenemos una velocidad excesiva sobre el firme mojado. Y esa velocidad excesiva puede depender en primera instancia del estado de nuestros neumáticos.
Ante una tormenta inesperada conviene tomarse las cosas con calma
El peor escenario posible se da cuando descarga una tormenta tras haber pasado un tiempo seco prolongado (las tormentas de verano, pero en algunas regiones este período seco puede llegar a octubre sin problemas). Entonces, cuando el agua descarga con potencia y durante un buen rato, pueden pasar dos cosas: que el asfalto drene bien el líquido, o que no lo haga tan bien. Posiblemente, aunque no sea algo científico, el asfalto y el suelo en general drena mucho mejor donde las lluvias son frecuentes durante el año, que en las zonas en que no lo son.
Si sumando todo lo malo (lluvia con potencia, firme que no drena, neumáticos que no están demasiado bien…), basta con que sigamos al mismo ritmo que manteníamos en la autovía o en la carretera para que tengamos un problema. Y ese problema será, probablemente, aquaplaning.
La lluvia de por sí merma nuestra visibilidad (aunque existen unas soluciones para mejorar esta visibilidad, o mejor dicho, para que no se reduzca tanto) y nuestra capacidad de reacción, por acción directa de esa menor visibilidad. Vemos menos, observamos más tarde, y cuando reaccionamos ya hemos recorrido una serie de metros “inútiles” en los que no hemos intervenido. Para colmo, la física juega en nuestra contra porque la adherencia con respecto al firme, y la capacidad de frenada disminuyen.
Con todo esto tenemos un cóctel que nos pondrá las cosas difíciles si pensamos que, como nuestro coche va calzado con unos neumáticos impresionantes (que seguro que lo son) que tienen una muy buena nota en agua, pues no va a pasar nada por seguir así. Pero nos equivocamos porque sí, los neumáticos son fenomenales, pero la realidad tiene más variables inesperadas que no controlamos y que nos pueden sorprender. Y hay más coches ahí fuera.
Levantar un poco el pie es prudente, es lo sabio, porque nadie sabe a ciencia cierta qué viene después. Puede ser un charco, puede ser tráfico más lento (con razón), puede que el spray que levanta un tráiler no nos deje ver el peligro que tenemos enfrente de las narices. Bajo la lluvia es mejor ser prudente que tener un golpe, cosa que en las grandes ciudades podemos ver casi cada día que llueve a toda mecha, sobre todo en las circunvalaciones y sobre todo, en hora punta.
Fuente: www.circulaseguro.com